Blog de Best Relations: ‘De influencers y otras divas’

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La consultora de Comunicación publica en su blog corativo un post, de la mano de Begoña González, directora de Relaciones con los Clientes de Best Relations, que trata sobre la gestión de los influencers, que puede convertirse en un arma de doble filo para la reputación 2.0 de las marcas.

 

Cuando leí esta noticia acerca de una fallida propuesta para publicar tuits patrocinados, me corrió un sudor frío la espalda y agradecí al cielo no ser yo el blanco de las bromas del cómico norteamericano Patton Oswalt. Ni aginarme quiero la cara del bien intencionado ejecutivo de la empresa Brander Influencers que perpetró la gran idea, no sé si propia o ajena, de contactar con celebrities a través de Twitter y en público para proponerles participar en una campaña para promocionar un concurso de monologuistas y cómicos.

 

@pattonoswalt Hey Patton! We apologize if you felt offended in any way! Not our intentionhappy holidays!

— Brander Influencers (@BA_Influencers) diciembre 27, 2013

 

 

Brander contactó con Oswalt con un tuit en abierto para plantearle una colaboración comercial, pero al hacerlo, la red se incendió con los tuits de respuesta en los que el cómico daba ejemplos de cómo podían ser esos 140 caracteres pagados, mencionando diversas marcas en un contexto digamos que… inapropiado.

 

.@BA_Influencers The great taste of @SunChips won't make you forget that "handsy" counselor at sailing camp, but they're still good.

— Patton Oswalt (@pattonoswalt) diciembre 27, 2013

 

 

La respuesta de la de la empresa experta en gestión de influencers (ejem…) no se hizo esperar y pidió disculpas al cómico para detener la reacción negativa.

 

Last one, guys: Integrity is like a pink, unsullied vagina. Let @BA_Influencers cram the Cock of Compromise ballsdeep. #fuck #off

— Patton Oswalt (@pattonoswalt) diciembre 27, 2013

 

 

Reconozcamos que la estrategia fue, como míno, ingenua y confiada, que cabía la posibilidad de que algo así pudiera pasar. Dialogar en vivo y en directo con alguien que se dedica al humor, que puede ver en este hecho un filón para hacer mofa, y que tiene ¡¡¡más de un millón y medio de seguidores!!!! Es, cuanto menos, arriesgado.

 

Pero además de que se nos haga un nudo en la garganta al pensar en la noche que tuvo que pasar el avezado community manager de Brander (que ha seguido tuiteando a otros perfiles silares para ofrecerles la misma propuesta), extraigamos algunas conclusiones:

 

Discreción. Creía que era algo de sentido común, pero ya vemos que no. Los negocios se hacen en privado y quedan en los despachos (aunque sean virtuales). Es obvio que este tipo de propuestas pueden ser vistas como una forma de descrédito hacia quien las recibe, ya que puede quitarle valor a sus comentarios en las redes sociales, que pueden interpretarse como ‘vendidas’ al capital o ‘compradas’ un puñado de dólares.

 

Pasad la prueba del troll. Ahora que sabemos que estas ofertas no se hacen en público, lo que hagamos en privado, y escrito, debe pasar siempre la prueba del troll, es decir, no debemos escribir nada (pero nada, nada de nada, bajo ninguna circunstancia) que dé pie a la más mína crítica, enfado, ofensa o menosprecio del influencer en cuestión; siempre deberemos releer el texto con los ojos más sensibles a la polémica que podamos. Es una prueba dura, lo advierto.

 

Busca la diva que hay en mí. El rápido encumbramiento de personas anónas a estrellas 2.0 o el poder de prescripción tan exponencial y constante que han dado las redes sociales a personajes públicos ha creado algunos monstruos. Todos llevamos una diva dentro y el poder de prescripción que dan los medios sociales ha sacado lo peor de algunos personajes que pululan la red. Esto plica que si las relaciones públicas ya requerían un gran tacto, ahora hay que multiplicarlo 100, ya que la exposición es mucho mayor y los egos son estratosféricos.

 

La buena voluntad no existe: firmemos un contrato. Éste es un error frecuente en el que se incurre cuando tu influencer no es una celebrity de la vida 1.0, pero sí en la Red. Es decir, cuando es (o ha sido) una persona anóna y amateur con la que queremos mantener una relación profesional. Podemos pensar que si “lo hace amor al arte”, no es necesario firmar un contrato o llegar a ciertos acuerdos, como la confidencialidad. Eso es, definitivamente, un gran error. Es tante establecer las normas de juego y cumplirlas, siempre dentro del respeto el bloguero o influencer y de su filosofía, pero es tante blindar ciertas facetas de nuestro trabajo que pueden dañar los resultados e, incluso, la reputación de nuestro cliente.

 

La relación con influencers es práctica fundamental para la consolidación de la reputación 2.0 de cualquier marca, pero es un arma de doble filo que puede volverse en nuestra contra con facilidad. La clave está en apostar la máxa prudencia y delicadeza.

 

Seguiremos informando…

 

 

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