Carlos Dávila ataca de nuevo. A su provecta edad, ‘El Cocochas’, como era conocido en la redacción de ‘La Gaceta’ por sus críticos -que no eran pocos-, sigue inasequible al desaliento, creyéndose el periodista más influyente de España cuando, en realidad, está más cerca de uno de esos residuos nucleares que gestionaba Enresa, en la que terminó como dircom nada estresado gracias a los oficios de María Dolores de Cospedal e Ignacio ‘Polla de Hierro’.
Dávila no se resigna, y por si la opinión pública no tuviera bastante con lo que le da Carlos Herrera en la COPE -qué tiempos aquellos en los que, por encargo de Julio Ariza, machacaba a los obispos porque el moroso navarro no conseguía hacer valer su paquete accionarial en la emisora ligado a ‘La Gaceta’-, ahora amenaza con publicar dos columnas semanales en ‘The Objective’ y participar en un formato audiovisual.
Sólo ’The Objective’ podía acoger en su sección de Opinión a un personaje como Dávila. Y es que el digital de Álvaro Nieto ha convertido dicha sección en un cementerio de elefantes de viejas glorias en las que, también hay que reconocer, hay clases y clases. No es lo mismo Juan Luis Cebrián que Carlos Dávila. Las cosas como son.
Sorprende que el sujeto haya desembarco en ‘The Objective’ tras haber estado, durante años, intentando catequizar al personal a través de ‘OKDiario’, donde le acogió la generosidad de Eduardo Inda. El éxito de audiencia y de lectores fue, como se puede prever, nulo.
Muy similar, por cierto, al que obtuvo con ‘El ojo clínico’ que le regaló José Antonio Sánchez en La 2 de TVE y que, más que clínico, en audiencia quedó a la altura del ojete, que diría el maestro Quevedo. Con anterioridad, venía ser colocado por el matrimonio Ceacescu del PP en Enresa, la empresa que controlaba a través de un personaje que terminó dimitiendo por “razones personales” tras varios escándalos relacionados con los gastos.
En esa etapa, Dávila, más quemado que la pipa de un indio, se dedicó a trabajar lo justo, más bien poco, cobrar un buen sueldo -al menos, el ratio trabajo-dedicación-ganancia lo era- y complotar y llorar a sus deudos en el Gobierno del PP y sus orillas.
Todavía se recuerdan sus andanzas en ‘La Gaceta’ del moroso Ariza, con el que acabó a palos y, prueba de sus buenas fuentes, echándole la culpa a un presunto Yunque que en realidad no era más que el propio dueño y quebrador de Intereconomía.
Y es que Dávila se creyó también que el Grupo era suyo hasta que se pegó la hostia padre. Por el camino, episodios surrealistas marca de la casa en la que operaba, pero también de su propio sello, como el veto a una ‘estrella’ de Intereconomía, Isabel Durán (otra que tal), a la que tan cercano estuvo en otro tiempo. O el mangoneo de Pilar Cubero, García de la Granja, o como sea, al periódico con su visto bueno.
Sin contar el fichaje de un Julio Somoano, que acabaría dirigiendo los informativos de TVE y cuyas columnas destacaban por llamar a Zapatero ‘ZParo’ como mayor aportación intelectual, y que ahora ha terminado de experto en Eurovisión tras su crisis nerviosa.
¿Cómo olvidar a Consuelo Sánchez Vicente, protegida de Carmen Martínez Castro, a la que le otorgó columna bien remunerada hasta que su amiga llegó a Moncloa y la nombró directora general? Y así, suma y sigue en una historia que todavía está por escribir.
Seguiremos Informando…