“La familia debería internarlo ya, que tiene un envejecer muy malo” o “Qué mal envejecer tiene el cascarrabias” fueron algunas de las frases que empleó en la red X Antonio Papell para atacar al exvicepresidente del Gobierno Alfonso Guerra.
No deja de ser llamativo que un anciano emplee menciones ‘edadistas’ para criticar a otro. Pero con Papell, toda realidad supera siempre a la ficción. Y es que no deja de ser curioso, también, el odio y la inquina del susodicho contra uno de los creadores del PSOE, presente en el Congreso de Suresnes cuando Papell no se sabe muy bien por dónde pululaba o si ya se cobijaba bajo la sombra del ministro franquista Pío Cabanillas.
En cualquier caso, la deriva de Papell continúa siendo objeto de estudio con el interés y la paciencia de un entomólogo. Sujeto atrabiliario y peculiar, capaz de predecir, como buen visionario, la derrota de Donald Trump en las últimas elecciones de Estados Unidos, el ingeniero de Caminos metido a periodista hace bueno eso de ser una caña mecida por el viento con un eterno Norte: la búsqueda de un puesto bajo la sombra del Poder.
En esa búsqueda, el avinagrado personaje que haría las delicias de un psicoanalista ha conseguido pasar de un alto cargo en un Ministerio de la UCD a operar durante el felipismo como director de Publicaciones de la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI) del Ministerio de Exteriores.
Algo que tampoco le impidió enquistarse en Vocento, que no pasa por ser precisamente muy progresista aunque haya contado con su cuota de representantes de la tendencia, sin impedirle trabajar con Fernando García de Cortázar, que no era tampoco muy ‘zurdo’.
Pero sin duda lo más divertido de Papell fue el cambio de tercio de su defensa de José Luis Rodríguez Zapatero a ‘venderse’ a Soraya Sáenz de Santamaría y su ‘bulldog’, María Pico, por calentar silla en el 24 Horas de TVE durante el ‘marianismo’. Las anécdotas al respecto todavía se recuerdan, ‘lacayeando’ al dúo que durante años abrió y cerró las puertas de los principales programas de la cadena pública.
Pero nuestro analizado también tiene una tendencia natural a recurrir a los amigos. Que se lo digan a Florentino Pérez, que tuvo a bien encargarle un libro sobre el Real Madrid -a él, que le costaría señalar un fuera de juego- después de que Cristóbal Montoro le crujiera.
Pero son simples anécdotas, sin duda, aunque numerosas, en alguien que sin ningún pudor es capaz de fotografiarse junto al emérito y luego despellejarle cuando ya ni pincha ni corta.
Su volumen sobre Juan Miguel Villar Mir, calificado en el título como “personalidad universal”, ya lo decía todo sobre la obra, encargada, por cierto, por el Colegio profesional de Ingenieros en el que hacía y deshacía dentro de una presuntuosa colección Ingenieros Empresarios para la Historia que se quedó en dos libros.
Con razón algunos socios de la ilustre institución anduvieron mosqueados por haber convertido la revista del Colegio de Ingenieros de Caminos en un predio particular durante años.
Lo último que le podía faltar a este atrabiliario sujeto, cuya biografía tampoco pasará a la Historia, era hacer uso del ‘edadismo’ contra un socialista discutible y discutido como Alfonso Guerra para mantener el puesto en la cadena pública en la que le colocó Soraya Sáenz de Santamaría. Ridículo.
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