Menos de veinticuatro horas han bastado para que Iñigo Errejón se quede sin amigos, si es que así pueden denominarse a tales sujetos. Al margen de las variables con tufo a cloaca que exhala este asunto, no deja de ser llamativo que tantos, ahora, se llamen a andana. La factoría de disculpas/justificaciones abarca desde los que no sabían nada -a pesar de que el asunto, según parece, estaba en boca de todos- a los que ahora se jactan de haber sabido todo -sin haber publicado o dicho nada-, con toda una gama intermedia. Eso sin hablar de los de la cofradía del santo silencio, que no se atreven a levantar palabra contra el Millhouse del Congreso, en la que los más valientes se han limitado a retuitear comunicados sin apostilla o comentario alguno. Chillones y comprometidos contra los de fuera, calladitos y silentes con los de dentro. Eso sí, felicitando a los de Sumar por la prontitud… ¡de risa!
Pobre Iñigo, atormentado por comportamientos neoliberales y travestido en una mezcla de Gordon Jecko y Christian Grey, el lobo del Congreso en un festival de farlopa (“sustancias”, dicen los picha frías) y mujeres usadas como carnaza en beneficio de su ego y su miembro viril. Os gustaba tanto, a Pablo (Iglesias) y a ti lo de ‘Juego de Tronos’, con su Khaleesi y su presunto feminismo, que os olvidasteis de lo de ‘Winter is coming’. Ya suenan trompetas del Apocalípsis y llegan las avanzadillas del ‘yo sí te creo, hermana’ por la carretera de Húmera. Y quien quiera entender, que entienda. Nunca fuisteis, a pesar de lo que os creíais, grandes estrategas, salvo para engañar a los cuatro ignorantes del otro lado del charco. Por achicharrar a uno, puede que os chamusquéis todos. Tampoco sería extraño: jodisteis un partido y muchas ilusiones en tiempo record.
Pero volvamos a Errejón. Se acabó lo que se dio. Esta historia sólo puede terminar de una forma: mal. Veremos si ahora te da para ir de tipo duro, con tus Harrington, tus New Balance, tus Fred Perry y tu vestuario de malote de Hacendado, niño pijo con pretensiones de ‘ultra’ de Aravaca. Estás muerto, políticamente muerto, que decía tu admirado Hugo Chávez. Y socialmente, habría que añadir. Para probarlo, basta un hecho: que Ignacio Escolar haya decretado tu final, después de haberte invitado a cenar en su casa con Chicho Michavila para convencerte de montar una escisión en Podemos, es todo un síntoma. Como el niño de Arsenio, otros tantos. Prepárate porque, ahora sí, el invierno ha llegado, y si quieres un consejo, habla con Pepe Bono, a ver si te busca algo por Marruecos. Por aquí lo tienes jodido, compañero.